La Melesca

RECORRIENDO SU VIDA

CARLOS ALONSO

Sus maestros, sus condiscípulos, la poesía, la crítica, el mercado del arte. 

por MIGUEL GARCIA URBANI * y OSCAR REINA *

Hay por lo menos dos grandes viajes en su vida, el primero cuando se va de Mendoza, y el segundo cuando parte para Europa. ¿Cuál ha sido la influencia de estos hechos? ¿De qué modo lo han enriquecido?

– La partida de Mendoza ha sido casi un hecho forzoso, una manera de tratar de vivir de lo que trabajaba. Y creo que eso sigue pasando en la provincia. Sigo viendo que mucha gente joven hace, obligadamente, el mismo camino. Es muy difícil subsistir en provincias con lo que uno hace. Por suerte terminó siendo una experiencia muy rica, primero porque pude conocer a lo mejor de la pintura Argentina de ese momento, estoy hablando del año 1954, cuando conocí a Castagnino, Batle Plana, fue una manera de dar un paso más, de integrarme en un medio que era mucho más rico, que compensaba mejor lo que uno hacía.

¿Cómo fue su relación con Spilimbergo?

– Tuvimos distintos períodos. Primero fui alumno de él, en los años 1951/1952, un alumno esforzado, por supuesto, pues siempre trataba de sacar el mayor provecho de sus enseñanzas. Después pasó el tiempo y fuimos amigos, expusimos juntos. Más tarde lo visité mucho en París, en el 61, y al fin se ha dado la extraña coincidencia de que terminé viviendo en la calle Spilimbergo, acá en Unquillo (Córdoba).

«Retrato de LES» – Acrílico s/madera (1967)

¿Cómo evalúa usted el estado actual de las artes plásticas, que es un tanto confuso, esta cuestión conceptualista, que de algún modo no valora tanto el tema de la hechura plástica, que es precisamente usted defiende?

– Yo la defiendo porque me formé dentro de ella, es decir, por una cuestión casi generacional. Pero me parece perfectamente legítimo que cada generación inaugure una otra experiencia, otra visión, el uso de nuevos materiales… Siempre fue así en la historia del arte. Uno arranca siempre de los maestros, pero al poco tiempo aparece el deseo de hacer otra lectura de los cosas, y entonces se sitúa en una búsqueda inteligente y sensible del tiempo propio. Eso impone a la obra nuevas condiciones y un nuevo tratamiento. Lo más legítimo que puede hace una nueva generación es fundar nuevos lenguajes, nuevos medios, nuevos materiales, nuevas formas para comunicarse. También las palabras se gastan y pierden su vigencia, y de ahí que los poetas se esfuercen por hallarles un nuevo sentido, una nueva vibración. Lo mismo pasa en la plástica. Hay agotamiento de ciertas formas, hay irrupción de otras técnicas, como en el caso de la fotografía, que transformó de alguna manera la visión de los pintores. O sea que estos avances, estas conquistas del hombre, en la ciencia o en la técnica, dan la posibilidad también de inaugurar nuevos mecanismos expresivos.

Sin embargo posiblemente como nunca antes se ha caído en un estado verdaderamente confuso. Ya la gente y los propios museos se sienten muy desorientados y actualmente se están preguntando, con toda seriedad: ¿Pero esto es arte?

– Me parece que es bueno que la gente se lo pregunte, de alguna manera esa voluntad de preguntar es una forma de acercarse. No hay otro camino. No se puede juzgar ni querer lo que no se conoce, lo que no se profundiza, lo que no se frecuenta. Así que esta especie de confusión que puede haber es sobre todo por una falta de apertura, de frecuentación hacia los nuevos lenguajes. Y en este sentido creo que la gente está más abierta, y lee las obras más naturalmente, y está menos encerrada que muchos críticos que tienen más arraigados sus prejuicios y otras limitaciones conceptuales. La gente está más dispuesta incluso a aceptar aquello que de alguna manera se le acerca y que le propone cosas de su propio mundo, de su propio tiempo.

El artista, el pintor en su caso, imagino que irá incorporando hábitos y formas para poder expresar su visión poética de las cosas. ¿A esta altura de su vida que es lo que usted necesita para poder decir lo suyo?

– Creo que toda mi vida he trabajado sobre los mismos enigmas, que son aquellos que atañen a la gente. O sea que mi preocupación fundamental es desentrañar las anormalidades y los conflictos de la sociedad, y sobre todo de mi país, que es adonde a mí me toca vivir. A veces ponemos el acento en aquello que nos duele, que nos conmueve, pero me sigue motivando y me sigue dando fuerzas para trabajar la confianza de que al involucrarme con la gente y con los problemas de mi país estoy tocando una materia que conozco, que siento, que me duele, que amo y que detesto al mismo tiempo, o sea que está en el centro de mi expresión y de mi sentimiento.

«Adán y Eva» – Collage s/madera (1965)

¿El tema, la idea de la obra está por encima de la técnica cuando usted hace esta confrontación a la hora de ponerse a pintar?

– La idea es el punto de partida, aquello que nos calienta la sangre y la emoción como para ponernos en marcha, después, todo lo demás, es el cuadro. Lo que usted llama técnica, el estilo, lo que viene a ser el como lo digo después de habérmelo propuesto, eso es lo fundamental.

¿Un hombre, un artista maduro como usted, me imagino que irá descartando algunas cosas que tienen que ver con pasiones políticas o aún estéticas, por decir, cierto fanatismo. Se me ocurre que el hombre reposa ya en otro estado del alma. Usted ve con otra claridad, con otros ojos, la vida y el arte a esta altura de su experiencia?

– El arte sí lo veo de otra manera. Lo veo con menos énfasis crítico, es decir, lo disfruto más. Creo que un signo de la madurez puede ser la convicción de que a cada artista se lo puede disfrutar de una manera distinta, que la diversidad de estilos y de tendencias hacen que el panorama del disfrute sea enorme. En ese sentido puedo disfrutar tanto a un pintor abstracto, como Paul Klee o Picasso, como a Rembrandt o a Miguel Ángel o a van Gogh. De todas maneras lo importante creo que sigue siendo lo emocional. El cuadro se arma un poco al margen del conocimiento o de la razón, y proviene más del sentimiento, de cierta locura, de cierta capacidad de riesgo, de cierta valentía para enfrentar tamaños, temáticas y soluciones que son difíciles, que al mismo tiempo son un desafío, y que justamente por eso produce un tipo de experiencia que finalmente la gente recibe como algo sustancioso, algo lleno de buena salud.

«Niña con gato» – Tiza, carbón y papeles pegado s/papel (1963)

¿Cómo ve usted en este momento la cuestión del mercado del arte, sobre todo para las nuevas generaciones, que ven eso como algo tan difícil de encarar?

– En el mercado sí que hay una gran confusión, porque se ha puesto en un primerísimo plano, como una “vedette”, todo lo atinente a la comercialización y el marketing, que por su parte han desfigurado y deformado la verdadera relación del artista con la gente. Hay pintores que cuestan muchísimo dinero y para mí no tienen ningún valor, y hay pintores valiosísimos que no encuentran una galería donde exponer. Eso es una distorsión muy grande. Pintores comerciales que ganan mucho dinero, y otros, muy serios, muy valiosos, pintores de verdad, a quienes les cuesta mucho subsistir.

¿Qué presencia tiene la crítica en estos momentos, hay una crítica seria que colabore para clarificar esta gran confusión?

– Creo que no, que no existe una crítica seria. Creo que si hay críticos serios. Pero no se puede hablar de una crítica seria en general, hay algunos escritores que de algunas manera siguen el panorama y el movimiento de la plástica. Recuerdo por ejemplo a Squirru o Fermín Cebre que están de alguna manera muy activos y muy despiertos sobre lo que acontece en el mundo del arte.

A lo largo de su carrera habrá encontrado otras disciplinas artísticas que, aunque no las haya practicado, pueden haber ayudado para que usted pueda seguir en su camino. Pienso en el simple hecho del disfrute estético. ¿Acaso sea la música, la poesía, la novela?

– Fundamentalmente la poesía. Yo tuve la suerte de formarme entre poetas, de ser un amigo entrañable de Fernando Lorenzo, de Hugo Acevedo, de Víctor Hugo Cúneo, de Iverna Codina, de Tejada Gómez. Esas eran las personas con quienes me formé y que me formaron al mismo tiempo en el amor y en una necesidad de la poesía que me persigue hasta hoy y espero no perder nunca. La poesía es de alguna manera la meta final de cada cuadro, llegar a su nivel con ellos.

¿Qué recuerdos tiene de su infancia en Mendoza, las cosas que más han perdurado?

– Los recuerdos son de un mundo y una cultura campesina, y de suburbios. Primero viví en Tupungato, después en Tunuyán y en Mendoza del centro. Mi formación fue eso, justamente la de un joven de provincia, con toda la felicidad que da el paisaje, con toda la grandiosidad, esa dimensión enorme, y al mismo tiempo un poco abrumadora que tiene la cordillera, pero al mismo tiempo diáfana. Los cielos, los árboles, las acequias, todo eso, persiste en la memoria y uno de alguna manera los sigue buscando. Por eso estoy ahora en Unquillo, que tiene un poco de ese temblor.

«Olivos nº 2» – Acrílico s/tela (1982/83)

¿Cómo habitaba el pintor que hoy es usted por aquellos años, como se fue haciendo?

– Empecé a trabajar siendo muy chico. Nunca hice otra cosa que dibujar y pintar, y lo que no recuerdo me lo ha dicho mi madre. Dibujaba todo el tiempo, después seguí dibujando en todos los colegios que fui, luego lo hice en la Escuela de Bellas Artes. Mi vocación fue irrefrenable y tuve la firmeza y la suerte de poder continuarla hasta hoy.

¿Siguen existiendo aquel prejuicio de confrontar el dibujo con la pintura? ¿El dibujo es un género menor?

– Afortunadamente no. Ese es un prejuicio que ha caído como aquel que existía diferenciando la música clásica y la música popular. Ahora la gente no hace más este tipo de distinciones. Disfruta cada una en su momento, cuando puede escucharla. Esta barrera ha desaparecido por completo con la pintura moderna, con el uso de las técnicas mixtas, hoy lo más normal es dibujar al mismo tiempo que se pinta, hacer “collages”, y trabajar con distintos materiales, con óleo y con acrílico simultáneamente. Todos estos prejuicios se han perdido, han salido de aquella zona de obsesión.

¿En qué está trabajando actualmente?

– Estoy empeñado en un desafío muy grande. En la provincia de Córdoba me han encargado la realización de la cúpula del teatro San Martín. Una cúpula que tiene ocho metros de diámetro y tengo que hacerla antes de fin de año, así que estoy de lleno con todos los estudios y los bocetos para realizarla.

¿Ya tiene en claro la temática?

– No. ¡Es lo único que me falta!

¿Nada menos?

– No, en serio, tenía diez temas, ahora estoy en tres. Así que tengo que definir entre ellos. De todas maneras siempre me va a quedar la sensación de que cualquiera pudo haberlo sido. Pero hay que tomar una decisión, y adelante.

Recuerdo un comentario suyo que hablaba de su fascinación por algunas cosas de Diego Rivera respecto de estas grandes obras…

– Sí, pero más que Rivera me gusta Orozco. Es el pintor que siento más cerca de aquella trilogía mejicana que hacen con Siqueiros.

¿Cómo ve la situación, en cuanto a calidad artística, de los pintores argentinos, con respecto a lo que está sucediendo actualmente en el mundo?

– La veo al mismo nivel de lo que se hace en cualquier lugar del mundo. Es un momento en que no existen las vanguardias sino operadores independientes. Se pinta de cualquier manera, partiendo de los momentos de la pintura que uno ame y piense que puede serle útil para modificar y armar la nueva estructura y la nueva visión. Al menos este es el panorama que yo veo. El que pinta en Italia o en Nueva York se parece al que pinta en Buenos Aires o en Córdoba. La información es tan amplia que cada uno sabe perfectamente lo que se está haciendo en cualquier parte del mundo. Esto, de alguna manera, hace que todos los pintores, aunque no se parezcan, queden dentro del mismo signo.

Para concluir Carlos, y considerando que este es un programa absolutamente «tanguero», ¿nos puede decir algo sobre sus vinculaciones con la gente del tango?

– Han sido numerosas. He sido muy amigo de Osvaldo Pugliese, que visitaba mi taller bastante seguido. Le hice varios retratos, algunos de los cuales han salido en las tapas de sus discos. También he sido amigo de Astor Piazzolla, en la época en que los dos vivíamos en Roma. Nos vimos mucho durante un año largo. Y en mi taller le hicimos un retrato con Berni. Y otro que ha sido editado como estampilla por el Correo Argentino. He ilustrado alguna carpeta tanguera, ahora justamente está girando por el mundo una muestra de tangos donde tengo tres cuadros. Justamente recién acabo de recibir noticias sobre ello desde Estocolmo. De todos modos, como provinciano no me tira tanto el tango, más bien prefiero otro tipo de música, sobre todo la folklórica, y en especial, la del nuevo cancionero, la de Tejada Gómez, Mercedes Sosa, Mathus. Esa es la que ha sido más parte de mi vida, de mis experiencias.


Entrevista radial realizada en "Un Reo Meditabundo", Radio Nihuil, Mendoza. (2002)

Fotografía de Portada: Adolfo Predivere

 Fotografía


* MIGUEL GARCÍA URBANI: Periodista egresado de la Universidad Juan A. Maza de Mendoza. Creador de programas como “Reo meditabundo” (con Oscar Reina), “Calle 52” y “La Esquina” que se emiten en Radio Nihuil de Mendoza y cuyos ejes se nutren de temas culturales y artísticos. Fue nominado en cinco oportunidades a los premios Martín Fierro. Ha editado el libro “Tangos y falsas promesas”. 
* OSCAR REINA: Periodista y Artista Plástico. Ha realizado programas radiales en Radio Nacional y Radio Nihuil. “Reo Meditabundo” (con Miguel García Urbani) tiene 25 años en el aire realizando crónicas y entrevistas al amplio espectro cultural argentino. Como Artista Visual, desde 1988 expone su obra en galerías del país y el extranjero. Desde 1989 participa en la Revista Libro de la Academia Nacional del Tango.

 

Reseña biográfica 

 

por HUMBERTO QUIROGA LAVIÉ

Carlos Alonso nació en Tunuyán, provincia de Mendoza, Argentina, en el año 1929, hijo de Julián Alonso, contador, y de Josefina, esposa y madre de origen italiano. A los siete años de edad se instala junto a su familia en la capital de la provincia cuyana, donde termina la primaria e inicia el colegio secundario, destacándose únicamente en el dibujo, al que se dedica incluso en horarios pertenecientes a otras materias. Vivió en el campo con sus abuelos y vacacionó en su chacra de Tupungato, donde heredó la imaginería campesina que marcó su vida y su carrera. Su pasión por el arte lo lleva a abandonar la escuela e ingresar en 1944 a la Academia de Bellas Artes mendocina. La provincia vivía su época dorada, de la que Carlos Alonso sería otro de sus hijos dilectos; tuvo como maestros nada menos que Sergio Sergi,  Ramón Gómez Cornet,  Francisco Bernareggi, Víctor Delhez  y al escultor Lorenzo Domínguez. Así como supo aprovechar sus clases de dibujo del colegio, Carlos Alonso resultó un esmerado y talentoso discípulo de estos genios del arte argentino.

En el año 1947 obtiene su primer reconocimiento con el Primer Premio del Salón de Estudiantes de la Academia. Un año después obtiene el Primer Premio en Grabado, esta vez en el Salón Dante Alighieri.

Recibe el Segundo Premio en Grabado y en el rubro Pintura en el Salón Provincial, en tanto realiza su primera exposición en la Galería Giménez, siendo aún estudiante y cargando con el peso de la muerte de su padre.

Distintos motivos (políticos en realidad: el peronismo, instalado en el gobierno, realiza sucesivos descabezamientos en las Academias de todo el país) llevan a Carlos Alonso y a Juan Carlos de la Motta (entre otros destacados alumnos) a abandonar la institución y a trasladarse a Tucumán en 1950, y estudiar allí, en el Instituto Superior de Arte de la provincia, con Lino Spilimbergo, Lajos Szalay, Víctor Rebuffo y Pompeyo Audivert. Gómez Cornet y Domínguez también se alejan de Bellas Artes por sus enfrentamientos con la nueva dirigencia. La alta casa de estudios de Tucumán es el nuevo epicentro del arte donde se reúnen grandes maestros y eximios alumnos que se inscribirán en la historia grande del arte de los argentinos (Carlos Alonso, Leonor Vassena, Eduardo Audivert, Juan Carlos de la Motta y Alfredo Portillos). Alonso se sumó a la mística de ese polo cultural, una “isla” con su microclima (como diría el propio Alonso) que trascendía el aula hasta el café “La Cochera” y “El Celta”, cuyas mesas y sillas han sido testigos mudos de los debates filosóficos y prácticos sobre el arte y sus vertientes.

En su estancia en el norte, recibe el Primer Premio Adquisición de Dibujo y el Premio Estímulo en los Salones de San Rafael y en el Salón del Norte de Santiago del Estero, respectivamente, además de ganar el Primer Premio de Pintura en su tierra natal.

En 1952 expone en la Galería Giménez de Mendoza y lo propio hace un año más tarde en la Galería Viau de Buenos Aires donde el público y la crítica le brindan una importante aceptación. Domingo Viau queda prendado de inmediato ante la sutileza y resolución de los trabajos de Carlos Alonso y es él quien aporta los fondos para que el artista cuyano recorra Europa en el año 1954. Sus destinos fueron España y Francia, donde se dedica a apreciar las obras maestras del viejo continente y presentar las suyas. Gran influencia tendrá sobre él ese viaje, sobre todo las obras de El Greco, Picasso, Goya, Rembrandt, Gutiérrez Solanas y Van Gogh. A su regreso Carlos Alonso se instala en Santiago del Estero donde trabajará con Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino  y Antonio Berni,  con quienes se encontrará asiduamente en la localidad de Río Hondo. Con Castagnino, además, mantendrá una estrecha relación nacida en sus años de Academia y que no tendrá fronteras (varios encuentros con el maestro se llevan a cabo en Paris).

En 1957 obtiene el Premio Emece para ilustrar el Quijote, en su segunda edición (la primera fue encargada a Salvador Dalí) y el Martín Fierro, cuya impresión incluye trece litografías y más de sesenta dibujos (expuestos en el cortometraje “Conquista de La Pampa” de María Esther Plant, que utiliza las obras del artista para describir la vida de la frontera gaucha). En 1961 viaja a Londres para descubrir el acrílico. En 1962 obtiene el Segundo Premio en el Salón Nacional de Córdoba en el rubro Dibujo y expone en la Galería Rioboó.

En 1963 recibe la Primera Mención de Dibujo del Premio Braque. Al poco tiempo fallece Spilimbergo, hecho que sacude a Carlos Alonso; en homenaje le dedica una serie magistral de retratos de gran carga psicológica y subjetiva que serán expuestas en la Art Gallery International, en Buenos Aires, en el año 1967. Un año después viaja a Italia y se instala en Florencia durante seis meses muy importantes para su vida y su obra. Allí realiza una prolífica producción con más de 260 trabajos sobre Dante Alighieri y su Divina Comedia, que se han transformado en un ícono.

Serie «Carlos Alonso en el infierno» – Tinta y acuarela s/papel (2005)

En 1971 Carlos Alonso, con cada vez mayor éxito en su tierra y en el extranjero, realiza muestras regulares en la Bedford Gallery de Londres, en la Galería Eidos y en la Galería Giulia de Italia.

Ese primer lustro de la convulsionada década de los años setenta es de gran producción y experiencia; trabaja algún tiempo en el atelier de Antonio Seguí  en los suburbios de Paris. Carlos Alonso es padre junto a Teresa Echeverría, de tres hijos: Paloma, Pablo y Mercedes, quienes han sido su fuente primaria de inspiración.

Poco iba a permanecer en Argentina antes de partir nuevamente a Europa, aunque los motivos distaran demasiado de aquellos que le había proporcionado el arte. Las razones son políticas. La República Argentina inicia en 1976 lo que se denominó el Proceso de Reorganización Nacional y que significó el más cruento y oscuro golpe de estado de toda su historia, con un saldo de más de treinta mil “desaparecidos”, solo por contar, como corresponde, las bajas civiles víctimas del terrorismo de estado en su máxima y vergonzosa expresión. Carlos Alonso, corrió peligro cierto de perder la vida, por lo que se exilia en su amada Italia. Las garras de la muerte y la locura no lo dejan escapar del todo (quizás se haya cobrado lo más importante de él): Paloma, su hija, es secuestrada por los “grupos de tarea” (escuadrones de la muerte) del vil y genocida gobierno militar. En ocasión de la Art Gallery Buenos Aires de ese año Carlos Alonso presenta “El ganado y lo perdido”; fue el último acto antes del exilio, interrumpido por una amenaza de bomba y el consecuente desalojo de la galería.

En Madrid comienza a gestar “Inauguración”, un mural de dos metros por algo más de seis que le demandará más de 25 años para su culminación. Expone en la Galería Juana Mordó durante los dos años que demorará el retorno a su ultrajada patria. Se presenta en la Galería Palatina, donde expondrá con frecuencia. En 1982 se instala en Unquillo, Córdoba, donde aún hoy, perdido en el amplio jardín de su casa, en la cima de su carrera, trabaja, con estrictez, de 9 a 12, con el tesón de siempre. Ese año recibe el Diploma al Mérito y el Konex de Platino en Dibujo otorgado por la Fundación homónima, que repetirá en el año 1992. Obtiene el Premio en la Bienal de La Habana, Cuba.

En 1995 culmina aquel mural que empezara en España: “Inauguración”; allí refleja su profundo dolor por la pérdida de su hija que, concebido como un cuadro, el tiempo fue responsable de que Carlos Alonso le agregara nuevas imágenes hasta que las dimensiones fueran insuficientes. Amor, odio, dolor, alegría, personas, personajes, sueños, política, intimidad, repartidos y sintetizados todos en dos partes, cada una testigo de una etapa histórica que se funde en la siguiente.

Casi treinta años pasaron de aquellos días aciagos de retorno y duelo (eterno) y Carlos Alonso ha realizado más de un centenar de exposiciones individuales y ha superado esa cifra de muestras colectivas (Galería Palatina, Zurbarán, Museo Nacional de Bellas Artes, Centro Cultural Recoleta, entre las más destacadas). En el año 2003 se publica “Carlos Alonso, biografía en imágenes”, un libro fantástico que rescata gran parte de sus trabajos. Las torres Renoir de Puerto Madero acogen dos obras maravillosas del artista mendocino, en cuyas generosas dimensiones (dos metros por tres) son homenaje de Carlos Alonso al gran impresionista francés.

«Mesa de Courbet nº 3» – Acrílico s/tela (1978)

Obra de Carlos Alonso

Dibujante, grabador, pintor y muralista, admirador de la fotografía, Carlos Alonso ha tenido el enorme privilegio de haber estudiado y trabajado en su juventud, en época de incorporación de conocimientos y desarrollo, con un número increíble de genios del arte argentino como Berni, Spilimbergo, Salay, Audivert, Bernareggi, Sergi, Castagnino, Gómez Cornet; con quienes compartirá algo más que una relación de aprendizaje (con éste último pasa una temporada en su casa). Sin embargo, y allí radica su mérito, no imitó a ninguno, generó su propio sello y apoyado en los hombros de sus maestros (parafraseando a Newton) construyó un mundo mágico, plagado de talento y creatividad. Como ilustrador Carlos Alonso ha plasmado todo su soberbio arte en “Mano a mano”, “El Quijote”, “Martín Fierro”, “Antología de Juan”, “El juguete rabioso” de Roberto Arlt, “La lección de anatomía” (de chico coleccionaba libros de anatomía que tuvieron indudable influencia en sus trabajos), “El Matadero” de Esteban Echeverría, entre otras.

Los inicios de Carlos Alonso se ubican en el realismo social militante, comprometido, evolucionando hacia el expresionismo y la libertad de formas, siempre en la difícil búsqueda de captar al hombre, su entorno y la dialéctica que se traba entre ellos. Su obra es testimonio poderoso, a veces violento, de las circunstancias del ser humano, sus conflictos, su complejidad. Carlos Alonso posee la dosis extra de imaginación que se requiere no solo para comprenderse a sí y al otro, sino para encontrar el lenguaje (metafórico) para expresarlo comprensiblemente. Prolífica producción la suya que incluye retratos, naturalezas, paisajes, desnudos, todos evocativos, banderas enarboladas, mensajes contundentes, distintivos claros. Nada es aséptico en Carlos Alonso, todo tiene el añadido de su memoria (es fruto de ella, en realidad), a su vez meditado, premeditado por su lógica crítica y comprometida. Desde lo cotidiano y a partir de las cosas sencillas de la vida proyecta su línea reflexiva y conmovedora. Las contradicciones y paradojas de la Argentina se hallan en sus trabajos; la historia de un país que ha hallado el más fiel de sus espejos. Las pasiones habitan su paleta; la tragedia, el dolor consecuente, el amor (a veces trágico) y su anverso: el odio, deambulan por el límite impreciso de sus telas y papeles.

«Retrato de Vincent Van Gogh» – Óleo s/tela (1989)

Se sumerge en el neorrealismo, al que le imprime su maestría para el dibujo, riguroso y técnicamente insuperable. Grabados, tintas, pinturas, acuarelas, collages y dibujos definen una ideología clara y contundente. Carlos Alonso es un gran pintor pero como dibujante es lisa y llanamente genial; así se aprecia en “El ganado y lo perdido”, “Carne”, “Lección de anatomía”, “Manos Anónimas”, “Amanecer argentino”, “La guerra del malón”, aclamada producción de más de 40 obras hechas entre 1962 y 1965; tintas y acuarelas para el libro del Comandante Prado, e infinitos etcéteras. Carlos Alonso posee una gran sensibilidad que parece no caber en su holgado metro ochenta de estatura; con esas sensaciones supo encontrar la belleza, hasta en el horror. Manos que acallan, que ciegan, que ahogan; manos sin dueño concreto aunque presumible; Jesucristo de los pobres hecho de cucharas y tenedores; reces mitad humanas a punto de conocer el filo agudo. En La Habana, Cuba, se encuentra esta obra símbolo de los años oscuros. No es la única. Paloma, militante de la Juventud Peronista, figura en la lista de la CONADEP, secuestrada en junio del año 1977.

Carlos Alonso escapó del dolor paralizante tan solo para permanecer en otra clase de sufrimiento. La misma moneda que mueve la vida y el arte; odio y amor, antagonistas que comienzan a adolecer de destinatarios y por ende, empiezan a morir. “He perdido todos aquellos ojos para los que pintaba”, sentencia Carlos Alonso, y en la tristeza confesional quizás estribe su grandeza.

«Dictadura»


* HUMBERTO QUIROGA LAVIE: Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Autor de 40 libros sobre Derecho Constitucional, Sociología Jurídica, Cibernética y Ciencias Políticas; de biografías de Hombres y Mujeres célebres, de Argentina y del resto del mundo en el área de la conducción política, de la conducción religiosa, de las artes y del deporte. Comentarista de la Obra completa del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, y de Héctor Tizón.

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