La Melesca

DIARIO «EL TIEMPO DE CUYO»

A PROPÓSITO DE LOS 50 AÑOS DE LA FUNDACIÓN

 

El 22 de abril de 1956 se fundó en Mendoza el diario «El Tiempo de Cuyo». Acerca de los avatares de su historia nos ilustra la hija de uno de sus gestores, el recordado Raimundo Fares. 

 

por MARIA CELINA FARES *

Los cincuenta años de algo o alguien suelen ser motivo de conmemoración. Conmemorar significa juntar, lo que estaba perdido, en la memoria. Se trata de invocar ausencias y fragmentos del pasado, para convertirlos en una presencia a compartir.

Los usos de la memoria hoy constituyen un ejercicio socialmente prestigiado, y si bien no ocultan su intención de poner el pasado al servicio del presente, se cuidan de hacerlo en la forma utilitaria y militante, con que en los años 60 se acudía a la historia para hacer política. Más bien, la apelación a la memoria, pretende traer restos del pasado al presente, sin confundirlos, sin forzar continuidades, sino rescatando imágenes y experiencias, que reconocen a la temporalidad como una dimensión intangible y constitutiva de nuestra identidad.

Sin embargo, los usos de la noción de tiempo han variado a lo largo de la historia. A mediados del siglo XX, significaba algo muy distinto del tan sobrevaluado presente que hoy vivimos. Así lo evidencia, entre tantas otras cosas, un periódico local que nacía a mediados de los 50, El Tiempo de Cuyo. Un nombre que apelaba a la urgencia del presente, en función del futuro.

Ciertamente la palabra tiempo aparecía como un imperativo que obligaba a actuar, ante la inminencia del futuro al que había que acceder rápidamente, militando el presente para definir el destino. Esa noción del tiempo nos marca como diferentes. En efecto, desde una perspectiva de corte generacional y a riesgo de generalizar, los que nacimos en los ’60, y transcurrimos nuestra adolescencia bajo el terror del “Proceso”, quedamos demolidos mirando los escombros de lo que había sido obra y proyecto de las generaciones que nos precedieron.

Nos quedamos no sólo vacíos de ese presente, sino de proyectos de futuro, y nuestra búsqueda estuvo signada de algún modo por ese tiempo perdido.

Algunos insistimos en seguir mirando hacia atrás bajo distintos formatos -más, o menos, profesionales- a veces en forma nostálgica, otras de manera confusa y parcial en la búsqueda de alguna explicación racional; casi siempre con sentimientos ambiguos, que combinan en forma disonante, admiración y escepticismo por lo que no fue, o pudo haber sido.

Tal vez tan sólo sea el metier de “hacerse grandes”, y sentir la necesidad de relatar la vigencia de un pasado que queremos testar. En este caso, una herencia, además de inmaterial, en algún sentido inmemorable; pues trata de recordar meramente deseos de aquel futuro que unos pocos soñaron, y que no fue.

Finalmente, sólo se trata de justificar la evocación de la fundación de un diario local, con el cual familiarmente estoy ligada, aunque no constituya parte de mi memoria biológica, y que por lo tanto, requiere un ejercicio de recuperación al tiempo que de distanciamiento.

Marchas en la Av. San Martín por la Revolución de 1955

El Tiempo de Cuyo nació hace cincuenta años, un 22 de abril de 1956, bajo el auspicio de la promesa de libertad de prensa que proclamaba la no tan “libertadora”, como gustaba llamarse al proceso cívico-militar de desperonización.

Raimundo Fares

Un grupo de trece personas, amigos y parientes, motivados por el ímpetu de Salvador Montalto, Jorge Laún y Raimundo Fares acometieron la empresa con aires un tanto quijotescos, sin contar con suficientes medios materiales. Con la compra de las maquinarias del diario «La Palabra», fundado por Lencinas, y una austera instalación en Av. San Martín 84 de ciudad, iniciaron lo que pretendía ser más que una empresa periodística, un proyecto político y cultural.

Con un desenfadado tono optimista, asumieron posiciones políticamente jugadas, tanto en política nacional como internacional; mientras que retrataron la vida provincial, dando un destacado lugar a su producción cultural, y a su actividad social y deportiva.

Su militancia política, en sentido amplio, no reconocía compromisos partidarios. Se trataba más bien de un grupo aglutinado en torno de posiciones “nacionalistas” que pretendía jugar un papel en la escena política nacional, a través del compromiso patriótico que significaba la formación de la opinión pública, con tonos más polémicos que catedráticos.

Los primeros posicionamientos políticos, aparecieron con los fusilamientos de junio del ’56, a partir de los cuales, en un tono conciliador, marcaron la distancia que los separaba de las posiciones antiperonistas “gorilas”, y mostraron una interesante sintonía con la prensa nacionalista porteña de la época, como Azul y Blanco y Mayoría.

Apelaban a la necesidad de diálogo y condenaban la violencia ejercida, sobre todo con los jóvenes, a quienes vanamente pretendían liberar de los viejos antagonismos.

La política internacional aparecía jerarquizada, ocupando la primera y segunda páginas del matutino. Especial relevancia cobraba al protagonismo de los denominados países del Tercer Mundo frente a los imperialismos nuevos y viejos. Tercermundistas en materia internacional, no abandonaban la tesis irazustiana de “la impronta británica en el Río de la Plata”, denunciado no sólo su ingerencia económica sino territorial.

La difusión de periódico llegó a un amplio público lector, lo cual sin embargo no alcanzó para sostener financieramente un proyecto que privilegiaba la militancia política por sobre la racionalidad empresarial. La adquisición de las rotativas del diario porteño La Vanguardia de Partido Socialista, les permitió un tiraje de 40.000 ejemplares, pasando de formato tabloide al estándar, sin alcanzar a cubrir los gastos que este crecimiento implicaba.

Destilería de YPF en Luján de Cuyo (Mendoza)

Uno de los temas por los cuales el diario adquirió una cierta presencia nacional, fue por la oposición a la política petrolera de Frondizi. La publicación de los contratos con comentarios técnicamente críticos y una línea editorial claramente combativa, supo utilizar el discurso oficial “la batalla del petróleo”, así como las declaraciones presidenciales, como arma de lucha que disputaba el significado de la “soberanía nacional”.

La posición de El Tiempo de Cuyo no sólo constituyó un factor de aglutinamiento de la política local opositora, sino que alcanzó la escena nacional al ser interpelados sus directivos en el Congreso Nacional. La densidad del conflicto alcanzó dos momentos álgidos en el escenario local. En primer lugar, el proyecto de ley de los legisladores de la UCRP, cuyo debate convocó a figuras como Silenzi de Stagni y Alejandro Clara, fue avalado con argumentos jurídicos por el matutino, sin que se lograra alcanzar la mayoría para aprobar la ley, a pesar de la presión ejercida por la movilización que despertó en distintos sectores sociales.

Jornadas violentas se produjeron en Mendoza.

En segundo lugar, la huelga del Sindicato Unido Petrolero del Estado (SUPE), en la que Mendoza desarrolló un papel protagónico al enfrentar la represión gubernamental. El Tiempo de Cuyo reivindicó el gesto patriótico de la lucha gremial, con la que se comprometió públicamente y no dudó en publicar la desaprobación de los contratos que desde Trujillo hiciera Juan Domingo Perón, desafiando la prohibición de nombrar al “tirano prófugo” que había decretado la gestión aramburista.

El Tiempo de Cuyo pareció romper con la reconocida calma y escasa conflictividad que suele atribuírsele a esta conservadora provincia. No sólo por la “pasión nacional” y el “compromiso moral”, que ciertamente no eran ajenos al tono de la época; sino porque adquirió un perfil propio que nutrió el debate político cultural.

Contrató servicios de agencias de noticias, como France Presse o TASS (soviética), que lo diferenciaban de aquellos medios provistos por agencias norteamericanas, pero además contribuyó a la formación profesional del periodismo local, que supo dar cuenta a través de notas, editoriales, entrevistas y suplementos de la densa trama que tejía las problemáticas de los años ’60.

Hoy, la crítica va ganando la batalla a la pasión, el pragmatismo a los idealismos. Sin embargo, como señala Castoriadis, la saturación de información hace indetenible “el avance de la insignificancia”, mientras aquella experiencia periodística, nos recuerda el tiempo ido, aquél en el que se vibraba al son de la frase: “Quien sabe lo que sucede, comienza a ser libre”.


Publicado en Diario "Los Andes" de Mendoza - 19 de Mayo de 2006



* MARÍA CELINA FARES: Historiadora (UNCuyo), Magister en Historia de las Ideas Políticas, Doctoranda en Historia en la UNCuyo. Profesora de Historia Argentina e Historia de las Ideas Políticas (Facultad de Derecho y Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo).

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