La Melesca

MAESTRO DE ACTORES

CRISTOBAL ARNOLD

“El teatro es una de las expresiones artísticas que el hombre inventó para dar testimonio de su tiempo mientras alerta el futuro”.

por CARLOS LEVY

Cristóbal Arnold casi nació con la crisis del ’30, un seis de octubre en La Plata de 1929, de allí, quizás su corazón húmedo y cálido. Adolescente, ya pronto se deja entusiasmar por la pelota de trapo y un picado que sería interminable; conquista primero el baldío, después vendrían las gambetas que debió hacerle a ese borbotón de milagros que llamamos vida. Trajinada pelota de trapo y difíciles figuritas se transforman a la hora de la siesta, en ese mágico y extraño parentesco que tienen, dicen, con la aventura, en bambalinas y tablados. No pierde el tiempo Arnold y entre amor que viene y amor que va, encanta muchachas y entre sus encantos se van conjurando los designios del teatro, ya definitivamente atrapado por Talía y Melpómene, sus diosas inspiradoras le dan el pasaporte, dicho en buen lunfardo el permiso para que vaya como Pancho por su casa, de la Comedia a la Tragedia. Ellas, fieles camaradas lo aceptaran después también como un amante fervoroso

Teatro Roma

Debuta por primera vez como actor en el Teatro Roma de Avellaneda, en la Provincia de Buenos Aires, en “El que recibe las bofetadas” de Leonidas Andreiev. Avellaneda le queda chica y parte un día del Buenos Aires de sus inicios, donde se ganaba el sustento trabajado como camionero entre los años ’47 y ’55 y sale a recorrer, como diría el inefable Tejada, la cintura cósmica del sur, el país. Aprende, Cristóbal y se modela. Se cae y se levanta. Adquiere vigorosa personalidad y lejano de ser figurante pelea desaforado con los espíritus, a veces enemigos de la actividad creadora. El camino que lleva y trae, un día lo empuja al calmo otoño de Mendoza que ya jamás dejará. Pródiga de bellezas, nuestra provincia, ávida de su talento, lo atrapa para sí. En 1961, debuta Arnold como director con los ya clásicos de la dramaturgia argentina: “Los de la mesa 10” y las “Historias para ser contadas” de Osvaldo Dragún.

Cristóbal Arnold, un hombre, que le dio al teatro mendocino una dinámica ininterrumpida que comparte el amor de sus musas con sus pares y su público. Ama, Cristóbal, los cafés con melancolía, los vinos alargados y las discusiones febriles, a la vez que odia, con la misma intensidad, la desidia y la corrupción, la censura y la ignorancia. Las palpitaciones de su corazón se suceden al ritmo de una larga trayectoria a favor de la cultura, sin nunca pretender un lugar de privilegio cuando el dedo riguroso del olvido cuando juzgue la historia a los verdaderos hacedores del Arte. El se sabe a salvo.

Fundamentalmente hombre de tablas, hizo también radio, televisión y periodismo. Fundó con Julio César Azzaroni aquella olvidada publicación, ya desaparecida como tantas, por falta de apoyo oficial: “El Espectáculo, la Cultura y su Gente”. En la patriada pierde, y no se queja de Quijote, una vieja camioneta y sus pocas pertenencias materiales. Obligado por los menesteres del pan y las vestiduras, el café cotidiano y los libros de teatro, deviene en verdulero, vendedor ambulante de gallinas, publicitario y ejecutivo creativo de publicidad.

Con más de veinte años de actividad teatral, realizó innumerables giras por el interior del país, dos temporadas en Mar del Plata, dos temporadas en Necochea y dos en Buenos Aires. Viajó a los Estados Unidos invitado por la embajada norteamericana, donde mostró su valía, enseñando sus talentos y aprendiendo.

No egoísta de su sapiencia, pasaron por su tutela maestra más de cien actores, algunos de ellos, ansiosos como él de caminos, ya le pelean la fama en Buenos Aires. Hizo incursiones en el cine amateur y juntamente con Gladys Ravalle, trabajó como protagonista en el film de paso reducido de Alberto Cirigliano “Punto Final”, que obtuviera dos premios provinciales.

Gladys Ravalle y Cristóbal Arnold

Mientras prepara “Marathon” de Monti y tiene intenciones inmediatas de realizar un unipersonal con textos exclusivamente de autores locales, nos dice: “quiero encontrarme con los artistas de todas las disciplinas ante el momento histórico que estamos viviendo y llegar a elaborar un plan de trabajo cultural que se inserte en el accionar democrático que todo nuestro pueblo ansía. Los políticos declaman o enuncian el desarrollo de la cultura, pero ninguno formula el para y por qué y cómo se accionará en ese terreno. Los artista, los intelectuales, podemos dar la respuesta, de esta manera barrer con la mediocridad”.

Cristóbal Arnold vive en Mendoza. Tiene un hijo. Crea sin descanso y no espera que le ofrezcan salas. Cuando la necesita la busca.

Caricatura de la portada realizada por Ricardo Embrioni
Publicado en “El Mirador” – Diario Mendoza el 24 de Julio de 1983


* CARLOS LEVY: Poeta y escritor. Fue miembro del grupo literario Aleph y de la Sociedad de los Poetas Vivos de Buenos Aires. Ha sido Director de la Biblioteca Pública General San Martín y de Radio Nacional Mendoza. Por su labor fue nombrado Embajador Cultural de la Provincia de Mendoza.
Nota del Autor

A más de treinta años de escrita esta nota su fantasma todavía anda por Rivadavia y San Martin


NOTA DEL EDITOR

Cristóbal Arnold murió en Mendoza el 11 de enero del 2003.


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