LUIS QUESADA
La extensísima y fundamental trayectoria del pintor, grabador, escultor y muralista marca un trazo fundamental en el arte mendocino.
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por MARIANA GUZZANTE *
Desanda un largo camino poblado de maderitas, herramientas, láminas hasta derivar en un paseo de recuerdos, personajes, anécdotas. Y lo hace con el orden y el caos a mano, mate y pegamento sobre la mesa.
Desde el vidrio, el jardín de su casa de El Bermejo se bifurca y deja ver las siete décadas que Luis Quesada viene transitando dentro del arte. Todas, convergen en ese señor que sostiene firme el pincel y enciende la sonrisa blanca.
“Es una casa arrasada: se han llevado casi todo al museo”, dice su esposa con igual amabilidad dibujada en los labios.
Acelí y Luis hablan en eco. Se saben más allá del homenaje. Entienden -ambos- que el mejor modo de referirse al arte es con la simpleza con la que cuidan los plantines o iluminan el taller: con un pie en lo cotidiano.
Para el Fondo Nacional de las Artes, por ejemplo, Luis Quesada es uno de los nombres más importantes e influyentes de la región, un versátil explorador del dibujo, la pintura, la acuarela, el grabado, el tapiz, el mural, la cerámica, el diseño de joyas y la escultura. Para nosotros es, además de esa enumeración fascinante, un libro vivo que compendia la historia local de las artes visuales, capaz de abarcar casi todo el XX y lo que va del XXI.
El hallazgo
Pensar que todo empezó hace más de 70 años con un cuerno hallado a la orilla del río. “Era un chico de campo: encontré un cuerno semienterrado en la arena del costado del camino, junto al río Diamante y me llamó la atención”, rememora Luis. No es difícil imaginar lo que haría con el tesoro: alzó el cuerno, lo llevó a la casa de su tío, lo empezó a trozar en pedacitos hasta convertirlo en grandes anillos artesanales para su prima Mery.
La iniciación
– Desde entonces ya no paré de usar la sierrita de calar, que ya me había enseñado a usar la maestra.
Acaso a partir de allí intuyó algo fundamental: que la práctica artística sería para él una “travesura” sin imposiciones y que debía estar, de un modo concreto, ligada a la gente. Ahora, en este rincón de la casa-taller, no sólo se atiza la memoria: sensiblemente se nota ese puzzle mental que evidencia sus procedimientos plásticos: la acumulación y la repetición, las miniaturas y las ampliaciones, el juego permanente entre figuración y no.
Pero la obra sale de estas paredes y sobrevuela la zona: “Luis se propuso grandes empresas aquí, como la creación del Bermejal, una moneda que permitiría usar al arte como bien de cambio; El milenario, que pretendía que un grupo de artistas hiciera un relevamiento gráfico pictórico del aspecto de Mendoza para dejarles a las generaciones futuras; Ediciones Bermejo, una pequeña editorial que publicó cuentos acompañados de dibujos de artistas mendocinos”, amplían Laura Valdivieso, Mariana Mattar y Alejandra Crescentino, quienes se encargan, ahora, de curar las tres muestras de Quesada que impactan en el país.
Todos los juegos
Del cuerno pasó a las láminas, de allí a las acuarelas, los vitrales, los óleos, las joyas de madera, los metales batidos, las tallas, los grabados de técnicas novedosas, los dibujos al carbón, los murales, los tapices de metal, de lana o carpinteriles, las esculturas de madera abstractas o semiabstractas, las combinaciones geométricas mágicas.
Para el Quesada de los años ’40, el que estudiaba en la Facultad de Artes y tenía como profesor a Sergio Sergi y asistía al taller de grabado de Delhez (o sea, para ese muchacho de izquierda que se cruzaba con Carlos Alonso y con Orlando Pardo y que estaba a punto de conocer a Pablo Neruda y a Diego Rivera) el arte tenía mucho que ver con eso de “reflejar la realidad”. Algo que, en las claves estéticas de la época, se traducía en “realismo”, aunque siempre tamizado por su búsqueda personal.
Así que abrió el taller de Arte Popular Realista y formó el Club del Grabado y el Taller de Murales.
“El primer mural lo hicieron con Marcelo Santángelo en el Hogar y Club Universitario”, recuerda Acelí. “La marcha de la Humanidad, se llamaba”, completa Luis. “Nada quedó de él, no hay registros”, lamentan ambos.
Pero en el ’58 realizó el mural de la Casa de Gobierno con Mario Vicente y José Bermúdez y en el ’60 el de la Galería Tonsa. “Éramos un buen equipo”.
Dijo una vez: “El grabado y el mural son dos de las formas más sociales del arte, están al alcance de muchos y pueden llegar a todos, también son la formas más cercanas a la problemática del artista de lograr una comunicación de validez social y hasta universal».
Artesanía gigante: Luis continúa cortando, ensamblando, pegando, organizando un universo en estructuras y ecologías fantásticas.
Admirador, a la vez, del arte americano antiguo y de la obra de Matisse, experimenta con superficies y cromatismos sin imponerse, nunca, una definición.
Geometriza con pasión. Corta, horada, ensambla. Y el resultado, palpita. Lo ha hecho con el grabado, con la escultura y las joyas. Lo hace ahora sobre la mesa en la que arma un tablero cromático, con la seriedad y la displicencia de los niños, como si quisiera proponerle una partida a alguno de esos antiguos profesores euclidianos para demostrarle con calma que la “travesura” está echada.
Nota publicada en Diario "Los Andes" de Mendoza el 26 de Mayo de 2012.
* MARIANA GUZZANTE: Reconocida periodista, profesora de Literatura y escritora. Se desempeña en la sección de Artes y espectáculos del diario "Los Andes" de Mendoza. Participa en forma constante en revistas, trabajos de investigación y la elaboración de prólogos para libros de autores locales.
Nota del Editor:
El Maestro Luis Quesada muere en Mendoza a los 98 años; el 19 de enero del año 2022.