La Melesca

EL CANTAR PRIMITIVO

El artículo, publicado a comienzos de la década de 1930, brinda un completo panorama sobre el desarrollo de la música popular en la región y los cultores más destacados de la época. Su autor, un periodista pionero en artes y espectáculos, enfatiza sobre la realidad de muchos artistas que ya brillaban y otros que empezaban a surgir; puntualizando, de acuerdo a su criterio crítico, las fuerzas y debilidades de cada uno. Cabe destacar que, muchos de ellos, en la actualidad han sido totalmente olvidados.   

 

por JESUS ÁLVAREZ CONDE *

 

 

Aún es tiempo, porque para las rectificaciones saludables siempre lo es, de que, al ocuparnos de las ramas del arte que tienen vinculaciones con la tradición, que son retazos líricos de la tradición misma, se emplee una palabra que diga algo más que la adoptada “folklore”, por extranjera inadecuada para la expresión precisa de lo que debe reflejar.

Es realmente un contrasentido que lo más nuestro, aquello que no debe tener traducción, puesto que lo que atañe al sentimiento es intraducible, venga a necesitar de un vocablo inglés inexpresivo para ser expresado. ¿No es mejor la palabra nativo para lo genuinamente nuestro?. ¿No existe la no menos clásica autóctono?. ¿El mismo vocablo tradición, sonoro, propicio al consonante poético, a la leyenda, al romance, no lo dice todo?. ¿A que innovar entonces con desventaja evidente para lo innovado?.

Comenzamos pues estas líneas con una franca protesta contra algo que, a nuestro entender, tiene más importancia que aquella que generalmente se le asigna. Lo nativo queda nominado por si mismo y al dejarlo tal como lo hallamos, es un acto de honradez y respeto que está en consonancia con las más elevadas miras del mejor entendido nacionalismo.

 

 

La música tiene en la América Latina, dos orígenes perfectamente definidos: la europea y la indígena. Es curiosa la amalgama que han sufrido ambas, al punto que en ocasiones se hace difícil separarlas. España trajo con su guitarra los aires de todas las regiones peninsulares. Los cantares andaluces, las andaluzas, malagueñas y sevillanas, la jota aragonesa y la navarra, el airiño gallego, la trova castellana, los tristes catalanes, los sentires valencianos y con ello, algo del alma mora, del que el canto andaluz tiene tanto. La tristeza árabe fue lo que más fácilmente se adaptó aquí. Hay semejanzas estrechas de motivo temático entre el lamento indígena, ese lamento que en una de sus partes acompaña la caja, en otras la quena, el sonajero en algunos, los silbatos en pocos. Esta música, con su simplísimo caudal de triste, pero inferiores en su monotonía, cedió la plaza al arte invasor, pero este se enamoró de su pureza y la desposó en conjunciones que habían de ser, andando el tiempo, sublimes expresiones de un arte original.

El fenómeno es de toda América -iguales causas debían producir iguales efectos-, pero como cada país de nuestro continente tiene características tan singulares que por sí solas fueran capaces de llevarnos a un detallismo interminable, que ya no es de nuestra cuerda ni está en el plan del presente trabajo, vamos solamente a circunscribirnos a lo que conocemos y es de nuestra obligación definir.

No puede omitirse aquí señalar la influencia que la música religiosa ejerció en el arte popular. Habiendo sido las iglesias durante siglos, el único centro de cultura y arte en la Argentina, ella impregnó de misticismo la mentalidad de sus fieles, y aquellos de éstos que tuvieran aficiones artísticas, las aplicaron en sus creaciones. La vidala es una prueba de lo que decimos.

El sentimiento es la fuente más fecunda en todas las creaciones del arte. Porque el arte es, después de todo, sentimiento. El paisano que abandona su pago, su hogar, sus hijos, forzado por circunstancias adversas; el criollo que vuelve al suyo, los pasajes de todo amor desventurado, la traición, los celos, la ausencia y el olvido; ofrecen mil yemas para el paisano que, soldado de Quiroga, de Rozas, de Urquiza o de Mitre, es siempre el trovador y el bailarín, que la víspera de morir baila una refalosa y canta en la única guitarra del campamento un estilo profundamente evocador.

 

Gaucho bailando (Revista Alma de Nogal – Mendoza)

 

Para lo picante, intencionado y a ratos, maligno, el paisano usará las relaciones del gato -espinas entre flores, a veces-, en la cueca se florea en sus galanterías mímicas más escogidas, el escondido es casi gimnástico y cada uno de los demás bailes: zambas, el palito, el marote, la chacarera, el sombrerito, la remesura, el remedio, el bailecito y tantos otros, tienen una característica especial, cuyo origen sería difícil definir, pero que está, sin duda, en el porfiado espíritu de innovación que tuvieron nuestros antepasados, con tiempo más que sobrado para no ejercitar otras actividades que la guerra, el amor o la danza.

En materia musical, Mendoza era desconocida como centro independiente de creación. El rico acervo nativista de Mendoza, no salía de los rincones apartados de la campaña. En la ciudad ya no tenían nada que hacer; el progreso había ahuyentado sus mejores expresiones. Algunos payadores tuvieron, sin embargo, la curiosidad de recoger notables perlas de tan rico collar de creaciones, acaso centenarias y ellos fueron los primeros indicios para los estudiosos que habían de regir sus huellas.

Un gran vacío de aquella época posterior a la independencia respecto a las actividades artísticas. Aunque es evidente que el arte se cultivó entonces con gran dedicación, en lo técnico, no hay que anotar notabilidades. Si pudo haberlas, no sabemos del cronista justiciero que las anotara, por más que muy bien puede ser que la anotación se perdiera.

Más fácil es echar una ojeada a los cultores de la música nativa que se familiarizaron con la técnica y produjeron canciones que han llegado hasta nosotros, conjuntamente con su fama, no tan remota, pues aunque del pasado siglo, muchos llegaron a actuar en el presente.

 

Juan A. Carreras

 

Entre estos, y que merecen mencionarse por la valía de su voz y de sus habilidades como ejecutantes, por la originalidad de su vida o por estar vinculados a sucesos o anécdotas de carácter popular, es que la guitarra tiene un rol principal, puede mencionarse a Juan Antonio Carreras (1), el más representativo tal vez de la época; César Moreno, que cultivó con éxito el requinto y la guitarra; Rufino Bringa, de gran sensibilidad artística; Marcos Sosa, revolucionario del 4 de Febrero; Eduardo Nieto, Domingo Gómez, Ángel Filadel Olivera, apodado “El Pescado”, por el que se le conocía en toda la provincia, fecundo en cuecas; y algunos otros que, como éstos, han pasado ya, pero cuyo recuerdo se mantiene vivo, entre los que los conocieron y pudieron admirar sus dones.

Sucesores de éstos hay toda una pléyade de muchachos entusiastas que tuvieron su minuto de gloria. Entre éstos anotaremos a Pedro Peralta, Abdón de Paz, Severo Orellano, Rosendo Vila, en cual en ocasiones da aún en recordar su pasión artística de la primera juventud, Emilio López, conocido como “El Chavito” y que aparte del arte tuvo su actuación en el periodismo; Nicolás Bustos, que se destacó en el requinto, siendo un excelente ejecutante; Heriberto Videla, un verdadero as del requinto, aún cuando solo actúa en círculos familiares, en los cales se le dice cariñosamente “El Pichón”.

Elemento de la generación que actúa, triunfa o promete: Roberto M. Torres, Abértano Muñoz, el cual domina los solos, como así Fausto Yáñez, otro cultor de buen gusto, Celestino Torres, de voz muy afinada, Juval Castro, otro de la guardia vieja, Enrique y Miguel Lemos, entusiastas cultores de nuestra música regional.

Algunos dúos de los que recordaremos, entre los numerosos que actúan en nuestras ruedas: Juan de Dios Pérez – Elías Molina; Florentino Rodríguez -Soria; Suaqué – Quintana; Ramón Romero – Ramón Guerra; Faustino Navas – Palmas; Ernesto Calvet – Fernández; Torres – Silva; Sánchez – Gallo; Hermanos Marín, que visitaron la vecina república de Chile, hoy de nuevo entre nosotros.

 

Alfredo Pelaia

 

Cultores que fueron a la metrópoli: Alfredo Pelaia, el autor de “Claveles Mendocinos”, aunque extranjero presentó algo de nuestra música folklórica, como diríamos con la palabra que ha tomado carta de ciudadanía en el idioma, obteniendo sonados éxitos a través de los disco “Víctor”.

 

Cuando te miro - vals por Alfredo Pelaia (1926)

Otros jóvenes que grabaron son los componentes del dúo Acevedo – Trenzal, quedando registradas sus composiciones en discos “Dacapo”. Cuadros – Morales grabaron numerosas canciones nativas de la región cuyana, teniendo mucha aceptación en el sello “Columbia”.

 

Dúo Cuadros – Morales

Pero indudablemente el trabajo más formal que se haya intentado en la materia, tanto por su valor intrínseco, cuanto por el éxito alcanzado; un trabajo que abarca lo autóctono y lo creacionista, lo más antiguo y lo más moderno, el trabajo que puede decirse hará posible que en el día de mañana el rico caudal lírico de la zona no se pierda es, sin duda, el de Ismael Moreno. La obra de éste es múltiple, fatigosa como empresa de investigación, pero brillante en sus resultados. Moreno ha tenido el cuidado de recopilar con minuciosidad asombrosa todo lo nativo y añejo, clasificarlo y crear una factura adecuada para su presentación en el mundo musical. Como si esto no fuera bastante, organizó una orquesta regional capacitada para trasmitir fielmente las composiciones y grabar con ésta, discos en profusión. El resultado de ella fue que la critica lo situara entre los artistas más destacados del país.

 

Orquesta Folklórica de Ismael Moreno

 

La Serrana - cueca de Ismael Moreno interpretada por su Orquesta Folklórica

Como compositor Moreno tiene originalidad y fecundidad. Posee la ventaja de que adapta admirablemente un motivo musical a uno poético o crea uno poético para uno musical. La prensa metropolitana se ha ocupado detenidamente en este autor y hay consignadas en su páginas apreciaciones definitivas sobre lo que representa en la música mendocina. Diferentes artistas grabaron en discos “Víctor”, “Odeón” y “Dacapo” sus obras, las que alcanzaron gran popularidad y cuyo éxito determinó que Moreno organizara una gran orquesta para grabar sus obras.

La nueva música, esta música tan argentina, tan cuyana, tan nuestra, con ese sabor fragante, inconfundible de viña, de quebrada cordillerana, de valle florecido, de rancho campero, recoge la herencia preciosa de la inspiración tradicional y con los nuevos aportes que le brindan entusiastas cultores de ahora, la ubica en el arte.

Mendoza, al frente de el, queda incorporada con valores de primer orden en el cuadro de renovación lírica que a grandes trazos hemos bosquejado aquí.

 

Publicado en Diario Los Andes (Mendoza), el 20 de Octubre de 1932.

REFERENCIAS:
(1). Juan Antonio Carreras. Nació en Mendoza, en 1859 y murió en San Rafael en 1903. De joven empezó a cultivar la música con gran vocación y aptitudes. Intentando extender la gama tonal de la cuarta guitarra introdujo en la región el Requinto como instrumento de acompañamiento; idea que trajo de Chile donde se interpretaba desde fines del siglo XIX. Se destacó como ejecutante de guitarra, requinto y arpa, además de cantor, poeta, payador y en Mendoza, Buenos Aires y Chile, apreciaron sus dotes excepcionales. Muchas tonadas quizá deban a él sus melodías. La sociedad mendocina de aquel entonces y todos los cantores y poetas lo consideraban el mejor cantor y músico folclórico regional.

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