La Melesca

UN PERSONAJE DE NOVELA

SANTOS GUAYAMA

Forajido, temible y venerado. Despertó el odio de las autoridades nacionales que pusieron precio a su cabeza, y una profunda devoción de pueblos humildes que vieron en él un héroe propio. Con el Cura Brochero forjaron una leal amistad. 

por MARTA MARÍN *

 

A pesar de que estamos viviendo tiempos de alta tecnología, los seres espirituales, las fuerzas mágicas y los mitos populares ejercen una gran influencia sobre esta sociedad del siglo XXI. Cuando una creencia despliega su mecanismo de acción en una comunidad, surgen distintos modos de veneración a seres que han alcanzado cierto reconocimiento. Este hecho se hace evidente cuando a lo largo de los caminos del país se encuentran innumerables ermitas donde se rinde culto a quienes han fallecido trágicamente, un culto ganado, porque a ellos se les atribuye la realización de milagros o favores. Ejemplos de esto son la Difunta Correa, el Gaucho Cubillos o el Gauchito Gil, entre muchos.

El inhóspito desierto cuyano

Si bien es cierto que estos personajes tienen historias conservadas en el acervo popular de la región cuyana también nuestra historia cuenta con personajes menos reconocidos en cuanto a los cultos. Tal es el caso de Martina Chapanay y Santos Guayama. Ambos fueron bandoleros conocidos de la zona de las Lagunas de Guanacache, aunque su campo de acción también se extendió a territorios de provincias vecinas. Sus vidas y sus muertes suscitaron asombro en las masas populares de la época en la que vivieron. Lograron su popularidad a través de la fe de la gente de tal modo que fueron llamados “santos de los pobres” porque serían los únicos capaces de cambiar la suerte de los más humildes de su pueblo, aún cuando no sean verdaderos taumaturgos. Si bien no gozan el carácter que los revista de milagrosos, sus nombres se guardan en la memoria histórica y legendaria del país, aunque con diferentes matices.

La literatura sale al encuentro de estos personajes y entonces historia y leyenda se conjugan para recompensarlos, rescatarlos del olvido y así hacerlos protagonistas de textos valiosos que permiten conocer o al menos imaginar otra posible cara de estos héroes.

Contexto histórico del siglo XIX

Para comprender el desarrollo de la vida de este tipo de personajes es importante situarlos en su contexto histórico. El siglo XIX en la Argentina es un período que está signado por los intentos de organización nacional a través de una forma de gobierno que armonizara a todas las provincias en una sola nación. El hecho crucial para este cometido que repercutirá en las provincias será la Revolución de Mayo. En Mendoza los acontecimientos del 25 de mayo de 1810 se oficializaron el 13 de junio con la llegada de Manuel Corvalán. Inicialmente provocó una gran algarabía y luego una gran incertidumbre ya que había que tomar una actitud frente al gobernador de Córdoba: Gutierrez de la Concha. Los mendocinos movidos por intereses políticos y económicos, hacía tiempo que deseaban separarse de la gobernación de Córdoba así es que vuelcan silenciosamente su simpatía por Buenos Aires. La presencia de San Martín en Mendoza hacia 1813, época en que se crea la Intendencia de Cuyo, brindará cierto estado de tranquilidad y de mucho trabajo puesto en el empeño de organizar el ejército.

Por su situación geográfica, Mendoza, era una estación de tránsito para infinidad de individuos que iban y venían de diferentes puntos del país, de Chile o de Europa y muchos dejaban sembrada su semilla espiritual en los pensamientos, en los ideales nuevos o en aspiraciones de un mejor destino y mejor vida en esta ciudad. Estos hechos quizás la mantuvieran un tanto alejada de los alzamientos contra las tentativas unitarias. El interior del país comienza a convulsionarse con la presidencia de Rivadavia a partir de 1826. Crece la figura de Facundo Quiroga quien domina desde el Noroeste del país hasta Cuyo.

Duelo criollo de Juan Carlos Castagnino

En este contexto de organización nacional surgen los grupos de bandoleros. El hecho tiene relación con una situación social, porque al parecer era la única actividad que podían realizar quienes habían participado en las continuas guerras internas. Hugo Chumbita explica que los gauchos y los mestizos se habían convertido en el siglo XIX en un grupo social peligroso cuyas actividades se circunscriben en el marco del bandolerismo. Esta gente fue un factor decisivo para formar las milicias montoneras. Se encolumnaron detrás de los caudillos y detrás de un sueño: conseguir tierras para establecerse y trabajar. Una propuesta de Artigas fundaba un nuevo sistema para distribuir las tierras disponibles a los paisanos pobres. Aunque esta pareció ser la primera intención, lo cierto fue que un gran número de montoneros sobrevivientes quedaron fuera del reparto. Se sintieron usados y luego apartados, habían perdido la costumbre de trabajar a causa de las campañas, empobrecidos y abandonados a su suerte por el gobierno, la opción era el bandidaje. Este fue el itinerario seguido por personajes como Martina Chapanay o Santos Guayama quienes sorprendidos por la participación de Facundo Quiroga en la Campaña del Desierto, algo más profundo que las ansias de libertad se movió en sus almas. Sintieron el dolor de la traición, la amargura por la pérdida de los suyos. Así fue que se organizaron con algunos hombres para cometer diversos robos pero respetando siempre leyes preestablecidas: no matar y robar a los más ricos. Ahora más que nunca fueron importantes todos los conocimientos adquiridos en la infancia, en su tierra natal. Ellos les permitieron escapar de las autoridades y de otros salteadores. Los pobres se transformaron en sus aliados y los mantuvieron informados para que pudieran evitar emboscadas policiales o asechanzas particulares interesada en sus apresamientos

Chacho Peñaloza – Obra de Beti Alonso

Hacia 1860, una de las figuras del momento político del país era Chacho Peñaloza, quien había sido nombrado por Urquiza como General de la Nación y comandante del noroeste. Peñaloza era un hombre que gozaba de prestigio y era querido por todos en La Rioja. En 1863 le anunció a Mitre, a través de una carta, que los hombres del interior lucharían por la libertad y los intereses que les habían sido arrebatados. Poco tiempo después, las provincias del noroeste estaban insurreccionadas contra los porteños. Durante este año, Peñaloza tomó a la ciudad de Córdoba con sus montoneros. Lo acompañaban Felipe Varela, el segundo del general, Severo Chumbita conocido como indio vidente y Santos Guayama, reconocido también como una figura destacada. De este último, las noticias eran que vivía escondido porque sabía que el gobierno le había puesto precio a su cabeza y que asaltaba pueblos y caravanas para procurarse alimentos y dinero, y así seguir viviendo. Definitivamente Guayama quedó convertido en un bandolero rebelde a quien el destino o las circunstancias lo llevaron a hacerse jefe de una banda de salteadores solidarios con su comunidad en un contexto social de resistencia y de descreimiento a las decisiones del gobierno oficial.

Datos biográficos de Guayama

Lucio Funes es quien brinda algunos datos biográficos de Santos Guayama: “[…] nacido en San Juan, posiblemente hijo de padre desconocido, fue recogido cuando pequeño en casa de la familia Echegaray, donde creció al abrigo de aquel honesto hogar”. [1]

Desde el comienzo, su vida parece esta signada por un destino poco favorable. La expresión de Funes “fue recogido” manifiesta cierto rasgo que puede condicionar de algún modo, la rebeldía posterior. Al parecer la familia Echegaray era frecuentemente asaltada por un grupo de ladrones que robaban aves y frutas de su huerta. Fue entonces cuando Guayama resolvió, solo, tender una trampa a los malvivientes. Con un arma de fuego, hizo blanco en uno de los forajidos. Asustado por el hecho, huyó de la casa familiar para refugiarse en un lugar inaccesible para la policía de entonces: las Lagunas de Guanacache. Recién varios años después salió de la guarida y comenzó a atacar a tropas de carros, y a exigir tributo a los vecinos. Los que traían mercaderías para las provincias andinas, más de una vez abandonaron los carros porque él los tentaba a vivir una vida más cómoda y fácil. Funes cuenta de un secuestro que realizó a Isidro Escudero y a Angel Ceretti, quienes se dirigían a Chile. Ambos personajes eran de importancia social y política en la provincia. Exigió y le pagaron el rescate en onzas de oro.

Guayama era un gaucho ingenioso, astuto e inteligente. Tenía una tropa propia organizada militarmente. Además, fuera de su acción como bandido también actuó con su banda en la montonera de Varela, escapándose milagrosamente de ser capturado.

Varias veces se generaron confusiones ya que se lo creía muerto, sin embargo, él mismo se encargaba de dar aviso a la población, y sobre todo a la policía, de que gozaba de buena salud. Se conoce que tuvo nueve supuestas muertes, hasta que a través de una mujer a la que frecuentaba, la policía logró tenderle una trampa y así pudo fusilarlo en 1879.

Lagunas de Guanacache

Guayama y Brochero, amigos históricos

Hacia 1860, una de las figuras del momento político del país era Chacho Peñaloza, quien había sido nombrado por Urquiza como General de la Nación y comandante del noroeste. Peñaloza era un hombre que gozaba de prestigio y era querido por todos en La Rioja. En 1863 le anunció a Mitre, a través de una carta, que los hombres del interior lucharían por la libertad y los intereses que les habían sido arrebatados. Poco tiempo después, las provincias del noroeste estaban insurreccionadas contra los porteños. Durante este año, Peñaloza tomó a la ciudad de Córdoba con sus montoneros. Lo acompañaban Felipe Varela, el segundo del general, Severo Chumbita conocido como indio vidente y Santos Guayama, reconocido también como una figura destacada. De este último, las noticias eran que vivía escondido porque sabía que el gobierno le había puesto precio a su cabeza y que asaltaba pueblos y caravanas para procurarse alimentos y dinero, y así seguir viviendo. Lo cierto es que fue un bandolero rebelde a quien el destino lo llevó a hacerse jefe de una banda de salteadores solidarios con su comunidad en un contexto social de resistencia y de descreimiento a las decisiones del gobierno oficial.

Datos históricamente interesantes sobre Guayama son los que brinda Esteban Felgueras en su libro Más nuestro que el pan casero. Brochero un cura para su pueblo. El libro es una biografía de este sacerdote, cuya intención es destacar su protagonismo en la época y en el lugar donde le tocó ejercer su ministerio. Para hacerlo detalla la situación histórica y social del país y así aparece su vinculación con Santos Guayama.

Brochero, luego de ser ordenado sacerdote fue destinado a Córdoba, a la villa de San Pedro que quedaba en Traslasierra. Su parroquia sería la de San Alberto. En su camino a mula, lo guiaba un joven baqueano, quien es su primer informante sobre Guayama. Mientras almuerzan en un alto del camino, Pedraza conversa con Brochero :

Sabe, hay gente de cuidado por esos pagos… Andan los hombres de Santos Guayama…

-¿ quién es Guayama?

-¿No ha oído hablar de él? Guayama fue el hombre de confianza de Felipe Varela. Peleó con él y con el Chacho en Las Playas, ahí nomás cerquita de Córdoba. Después, cuando Varela volvió a luchar contra los porteños, Guayama iba al frente en Pozo de Vargas y cuando tomaron Salta al ataque. Pero después la cosa se les puso fea…

-No me diga…

-Así nomás fue. Los derrotaron, y entonces Varela le pidió a Guayama que juntara gente en Tinogasta para seguir luchando. Pero también les fue mal.¿Cómo iban a pelear con fusiles viejos contra esos porteños que traían armas nuevitas? Como a las moscas los mataban… En Pastos Grandes los volvieron a derrotar los hombres que mandaba Mitre. Ahí nomás. Varela se escapó a Chile y dicen que ha muerto pobre y tosiendo, porque era enfermo del pulmón.

-¿ Y Guayama?.

– Anda escondido en los llanos de La Rioja. Su gente roba para vivir, porque el Gobierno de Buenos Aires los anda persiguiendo, y al que lo agarran lo matan, como hicieron con el Chacho allá en Olta. El presidente Sarmiento dicen que ha ofrecido mil pesos fuertes al hombre que le entregue vivo a Guayama. [2]

El cura José Gabriel Brochero

Brochero llegó a su destino y la dura realidad le golpeó fuerte en su alma. El problema social era apremiante. Entre sus tantas funciones, cierto día, debió darle agua del socorro a un bebé enfermo. El bebé era hijo de un hombre que estaba con Guayama por el dato que dio la madre. Otra mujer del pueblo, Juana Torres, también le pidió ayuda porque su marido se había ido a la guerra del Paraguay y los hombres de Guayama le habían robado todas las ovejas. El sacerdote analizó la situación del pueblo del Tránsito: concubinatos, extrema pobreza, pocas escuelas, caminos en pésimo estado, asaltos constantes de los hombres de Guayama. La realidad que presenta el narrador a través de los ojos de Brochero debe haber sido la situación vivida en muchos lugares del país. Pero aquí, en esta ciudad, la intervención de Guayama era un punto importante. El personaje aparece constantemente ante los ojos del cura en su lado desfavorable. Brochero creía que en Guayama radicaba la causa de los males del pueblo. Y esto haría que en su espíritu entonces surgiera la inquietud de buscarlo:

Más claro que el agua. Santos Guayama era la madre del borrego, la causa del montón de problemas en la zona. Por culpa de él había robos, contrabando de haciendas, concubinatos y peleas. “Muerto el perro, muerta la rabia”, pensaba el cura. Si Guayama se convierte a Dios, se terminan todos estos líos. Pero el mayor de los problemas no era el trastorno que producía la presencia del montonero, sino encontrar su escondite. Porque Guayama llevaba ya como diez años eludiendo las partidas ramadas que lo buscaban rastreando prolijamente llanos y serranías.

-Este hombre parece la presencia de Dios- le comentaba Brochero al macho malacara. Está en todas partes y nadie lo ve. ¡Y no puede ser caray! ¿Cómo se va a comparar un bandido con la presencia del Dios bendito? Tengo que encontrarlo y mostrarle el Cristo para que se convierta! [3]

No hay una justificación para determinar por qué Brochero piensa en Guayama para convertirlo y no en otros bandidos. En aquella época, era muy conocido en Villa del Tránsito un delincuente común llamado el Gaucho Seco, sin embargo en él no se había interesado, aunque luego hizo el intento de convertirlo a Dios.

Lo cierto es que a partir del surgimiento de la idea ya no se detendría. Guayama también será buscado por Brochero aunque con propósitos muy diferentes de los del gobierno. En el pueblo había un personaje, amigo del cura, que sabía de Guayama o de su gente. Así que Brochero le contó su intención para que lo ayudara a encontrarlo. Para ello hicieron un largísimo viaje por desiertos, noches frías, mal dormidos y mal comidos hasta que llegaron a una localidad de San Juan. Allí debieron esperarlo. Guayama recién se presentó ante ellos al amanecer. El narrador da la descripción física del montonero:

alto, robusto, de cutis moreno. Tenía el pelo largo y la barba poblada. Como un signo indeleble de su vida bandolera, una cicatriz le cruzaba la mejilla derecha. Los ojos negros y penetrantes eran el más expresivo de sus lenguajes. En la cintura llevaba un enorme trabuco. [4]

Al principio del encuentro hablaron de temas sin trascendencia mientras tomaban mate. Ninguno de los dos se animaba a decir nada hasta que Brochero le hizo la invitación para ir a Córdoba a hacer los ejercicios espirituales, argumentando la situación de pecado en la que vivía. Fue ahí cuando Guayama le dio un papel firmado por Felipe Varela pero que había sido escrito por un sacerdote. Era una proclama en la que incitaba a los provincianos a luchar contra el gobierno de Mitre que se había dedicado a empobrecer a las provincias. Guayama se defendió con ese escrito, justificó su accionar y el de su gente, argumentó que Buenos Aires y el gobierno no habían sido más buenos que ellos. Frente a ese testimonio, a esas verdades, Brochero se quedó sin palabras.

Al final de la conversación, el sacerdote prometió que apelaría a sus contactos en Buenos Aires, le ofreció conseguirle un indulto.

De vuelta al pueblo, realizó todas las gestiones para obtener la absolución de Guayama y a la vez siguió con sus tareas sacerdotales. Después de unos ejercicios espirituales con la gente, mientras estaba en oración, le trajeron buenas noticias. Era una carta de Miguel Juarez Celman en la que le avisaba que:

Roca ordenaría telegráficamente desde Buenos Aires que nadie acusara ni molestara a Guayama en ninguna forma. La orden la despacharía a los fiscales de San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja. [5]

Feliz por la novedad, el cura agradeció a Dios y fue a buscar a Guayama. Ya eran verdaderos amigos. Había nacido entre ellos una considerable estima. Cuando Brochero le mostró el telegrama Guayama desconfió de su contenido y de la palabra de Roca.

Si bien las cosas parecían encaminarse, Brochero sufría por el amigo aún sin convertir. Al poco tiempo de estos hechos, le llegó desde San Juan una nota de Guayama quien le pedía que fuera verlo porque lo matarían. Había caído en una emboscada y estaba preso. Brochero apeló a todo y a todos para influenciar sobre las autoridades de San Juan. Hasta que finalmente le avisaron que habían fusilado a Guayama en la cárcel. Este hecho sucedió el 4 de febrero de 1879. El narrador presenta los sentimientos del cura Brochero frente a la noticia. El cura lloró desconsoladamente por el amigo muerto.

 

Publicado en Revista Piedra y Canto, cuadernos del centro de Estudios de Literatura de Mendoza Nº 13-14, 2007-2008 Mendoza, Facultad de Filosofía y Letras, pp. 111-127

 


* MARTA MARÍN: Licenciada en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras (UNCuyo). Ayudante de investigación del Centro de Estudios de Literatura de Mendoza (CELIM). Profesora Titular de Literatura Argentina III y Problemas de la teoría literaria en el Instituto de Formación Docente 42PT Santa María Goretti. Cursó la Maestría de Literatura Argentina Contemporánea. Ha presentado la tesis referida a la relación epistolar entre Jorge Ramponi y Bernardo Canal Feijóo. Ha publicado numerosos artículos sobre autores mendocinos en revistas especializadas.

REFERENCIAS:


[1] Lucio Funes “Guallama”. En Revista de la Junta de Estudios Históricos. T XI, 2ºtrimestre 1938, p152. En el artículo se dan datos del origen de Guayama pero no la fecha de nacimiento.


2 Esteban Felgueras “Más nuestro que el pan casero - Brochero un cura para su pueblo”. Buenos Aires, Editorial Pan y trabajo. 2004, p 63.

3 Ibid. p. 114

4 Ibid. p. 120

5 Ibid. p. 137

6 Julio Fernández Pelaéz. “Yunque de gloria”. Versos patrióticos. Mendoza. Editorial Best Hnos, 1939, p. 15. Al final de la historia, el narrador concede voz al Cacique Guayama. El personaje relata las pérdidas que han sufrido en las Lagunas y expresa su dolor por las desgracias, la sequía, la desaparición de los trigales. Además expone explícitamente el reclamo a los gobernantes que solamente los recuerdan en época de elecciones y luego los echan al olvido. Desconfiado de la ayuda oficial, las palabras de Guayama se revisten de recuerdo para rescatar la figura de su antecesora: Martina Chapanay quien desde su afán de proteger a su tierra y a su gente, no abandonará espiritualmente las lagunas.

7 El tiempo diablo… p. 23

8 Ibid. p. 76-77

9 Ibid p. 153

10 Ibid p 196

11 Ibid. p197

12 Garrido Domínguez. El texto narrativo p. 69

Bibliografía:

CONCATTI, Rolando. El tiempo diablo del Santo Guayama. Buenos Aires, Corregidor, 2003, 251p

CUETO, A, ROMANO, A, SACCHERO, P. Historia de Mendoza, período preconstitucional, etapa de la autonomía. Mendoza. Los Andes, 1994

CHUMBITA, Hugo. Historia del bandorelismo social en la Argentina. Buenos Aires, Vergara, 2000.

FELGUERAS, Esteban. Más nuestro que el pan caseroBrochero un cura para su pueblo. Buenos Aires, Editorial Pan y trabajo, 2004, 208p.

FUNES, Lucio. Guallama. RJEH TXI 2º trimestre de 1938 p151-159

GARRIDO DOMINGUEZ. El texto narrativo

PALACIO, Ernesto. Historia de la Argentina, 1515 -1983. Buenos Aires, Abeledo – Perrot, 1992.


 

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